El retrato de Dorian Gray, comentario personal

Era una fría mañana de diciembre de 1978 y me faltaba poco menos de un mes para cumplir cinco años, cuando tuve ocasión de ver, por vez primera, la animación para la televisión de El principe feliz de Oscar Wilde, un cortometraje producido en 1974 por Potterton Productions/Reader’s Digest y dirigido por Michael Mils. El efecto que la maravillosa y emotiva historia de la estatua y el ave migratoria tuvo en mi mente infantil fue arrobador e hipnótico. El relato me dejó tan profundamente conmovido, que cada nuevo año esperaba con ilusión la llegada de la programación especial de la temporada navideña, cuando era habitual que el cuento volviera a ser transmitido. 

Casi medio siglo después (y no entiendo bien por qué me tardé tanto), Oscar Wilde ha vuelto a impactarme con un relato distinto, más adulto y definitivamente mucho más oscuro, pero igualmente dotado de la genialidad del autor, de su valor estético, de su agudeza verbal y de su profundidad filosófica.

El retrato de Dorian Gray había estado llamando repetidas veces a la puerta del Club de la Buena Estrella, pero no fue sino hasta el año recién pasado cuando finalmente se ganó un lugar en nuestro calendario de lecturas para este 2023. Gracias a la persistencia de Stephanie por proponerlo y a los atinados votos de quienes hicieron posible su victoria, este noviembre he disfrutado de una de las mejores lecturas de las que tengo recuerdo. Estimulante, exquisita, llena de ideas interesantes y argumentos provocadores y haciendo gala de un impresionante despliegue de los recursos del lenguaje, la única novela de Oscar Wilde es un verdadero clásico entre los clásicos. Lamentablemente no me fue posible participar en ninguna de las reuniones en que se comentó el libro, por lo que al final he recurrido a compartir mi comentario por escrito en este espacio.

En la vasta colección de obras literarias que exploran la complejidad de la condición humana, El Retrato de Dorian Gray destaca como una joya única y atemporal. Publicada inicialmente en la revista Lippincot's en julio de 1890 y relanzada en 1891 tras una revisión editorial que la modificó significativamente, al sol de hoy la novela sigue cautivando a nuevas generaciones de lectores con su profunda reflexión sobre la moralidad, la vanidad, la decadencia y la dualidad inherente en cada ser humano. En el centro de la trama se encuentra el retrato pintado por Basil Hallward, un testimonio silente de los oscuros actos y de la decadencia moral de Dorian Gray, personaje central del relato. A medida que el sujeto se entrega a sus vicios y pecados, la imagen envejece y se desfigura, reflejando la terrible huella de todas sus acciones, mientras la juventud de Dorian se mantiene intacta. Este ingenioso planteamiento narrativo le permite a Wilde explorar la intrincada relación entre la apariencia externa y la verdadera naturaleza interior del ser humano. 


Para ello el autor exhibe ante el lector una galería de complejos y fascinantes personajes. La relación entre estas criaturas literarias y la vida y personalidad de Oscar Wilde ha sido objeto de mucha especulación y análisis por parte de estudiosos y críticos literarios. Aunque Wilde siempre afirmó que sus obras no eran autobiográficas, es innegable que algunos elementos de su propia vida y filosofía se reflejan en sus personajes y en la trama de la novela. No olvidemos que tanto los protagonistas de la obra, como el mundo en que se mueven y la atmósfera imperante en cada momento de la historia, emanan de la mente del autor. Si bien es cierto que se pudiera concluir que el personaje de Lord Henry Wotton es un instrumento perfecto para la trasmisión de la filosofía de vida de Oscar Wilde, en realidad los tres personajes principales parecen estar construidos con suficientes elementos propios de su creador. Basil Hallward, el pintor, bien podría considerarse una representación del propio Wilde como artista. La conexión entre el creador y su creación, así como la idea de que el arte puede revelar la verdad interior, son temas que resuenan con la propia perspectiva de Wilde sobre el asunto. De hecho, los primeros parlamentos de Basil parecen una extensión natural del prólogo introductorio de Oscar Wilde en su análisis sobre el arte, la estética y la belleza. Luego, Dorian Gray comparte la afinidad de Wilde por la búsqueda incesante de placer a través de la satisfacción de los sentidos. Acaso Wilde, como Dorian, también tuvo alguna vez la inocencia que otro Lord Henry se encargó de corromper con su influencia, a través de la experimentación del hedonismo y la vida sin límites.


Un personaje de corta pero sustanciosa aparición es Sibyl Vane. Sibyl es una actriz talentosa y apasionada con quien Dorian llega a comprometerse. Sin embargo, la vida de Sibyl toma un giro trágico cuando su afán desesperado por mantener una felicidad ficticia en el escenario, desaparece cuando se presenta ante ella la ilusión de una felicidad verdadera, llevándola a una actuación desastrosa y a la subsecuente pérdida del atractivo que Dorian encontraba en ella. Está claro que Dorian no se había enamorado de Sybil, sino de todas aquellas mujeres que la joven había representado con tanta pasión en el escenario, de la magia y la impostura de las tablas y las luces donde la actriz vivió y murió infinitas veces de formas alternativas a su propia vida y muerte. Asistimos acá, como muchas otras veces en este libro, al juego de la propuesta estética y de la superficialidad de la representación, por encima de la esencia individual del alma detrás de la imagen exterior.


Mención especial precisamente para ese encantador villano, Lord Henry Wotton, quien con su filosofía cínica y su influencia corruptora sobre Dorian, ha sido visto por algunos críticos como una representación de la propia perspicacia, de la agudeza verbal y del desprecio de Wilde por las hipócritas convenciones sociales de su época. Lord Henry es un personaje intrigante, un filósofo mundano, un aristócrata que encarna la tentación, el hedonismo y la autocomplacencia sin juicios ni culpas, que está convencido de que “amarse a sí mismo es el comienzo de un idilio que durará toda la vida”, y que "la única forma de librarse de la tentación es caer en ella". Su fascinación por la conducta humana le lleva a observar con detenimiento a las criaturas que le reportan cierto grado de interés, más no le bastará con eso. No tardará en poner a disposición de ellos una idea disruptiva, un objeto tentador, un libro venenoso o algún argumento provocador orientado a corromper su pureza e inocencia. Lord Henry Wotton hace pensar en el personaje de Milton, la representación del maligno en El abogado del diablo (1997), quien en su irreverente monólogo argumentaba: "He estado aquí abajo desde el principio. He proporcionado al hombre todas las sensaciones que ha buscado. Le he suministrado lo que ha querido, y nunca lo he juzgado ¿Por qué? Porque nunca lo rechacé a pesar de todas sus imperfecciones ¡Soy un fan del hombre! Soy un humanista, quizá el último humanista".


La caracterización de los personajes masculinos y femeninos en El Retrato de Dorian Gray también ha sido objeto de interpretación y debate. Algunos críticos opinan que la novela refleja las actitudes de la época victoriana hacia los roles de género y que presenta elementos que podrían considerarse machistas. Otros sostienen que Wilde, a través de su ingenio y sátira, cuestiona y critica las restricciones sociales y de género de su tiempo. En mi opinión personal, más allá de sus conductas polémicas y de sus posturas iconoclastas, no pierdo de vista que Oscar Wilde y todos sus personajes son simplemente hijos de su tiempo, y pienso que es así como debemos entenderlos.



Considero que sería un error esperar juicios éticos y moralejas de El retrato de Dorian Gray. Sin embargo, a pesar de que el libro no sigue la tendencia de las novelas moralistas convencionales ni conduce a una moraleja tradicional de "lección aprendida", la novela si ofrece una exploración crítica de la moralidad establecida y de su contrapuesta decadencia. Wilde invita a los lectores a reflexionar sobre la naturaleza compleja y a menudo contradictoria de la humanidad, planteando preguntas sobre el origen del mal,  la espiral descendente de los valores morales confrontados contra la propia naturaleza humana y la eventual expectativa de redención que ataca a los seres disolutos en los días de resaca. 

Elucubraciones harto interesantes me han surgido como consecuencia de esta lectura. Reflexiono en el hecho de que el disfraz, la impostura y la representación están presentes en muchos momentos de nuestra vida. Poner un mantel y una vajilla distintos para una ocasión especial y vestir atuendos elegantes en una boda, son propuestas estéticas que buscan alejarnos de lo que Wotton llamaría vulgar y ordinario, disfraces y maquillajes que bien pudiéramos llegar a considerar superficiales y hasta banales, pero que sin duda revisten de magia y belleza nuestros momentos más importantes y ayudan a construir en torno a ellos imágenes y recuerdos inolvidables. La búsqueda de la belleza y el tiempo dedicado a su contemplación, son comportamientos sintomáticos de las civilizaciones que han alcanzado su esplendor y están en franca decadencia, y pueden ser denostadas por quienes ven en la belleza algo vacío, inútil y fugaz, que sin duda lo es. Pero también es cierto que despojada de todos sus decorados, la vida podría parecerse a un glamoroso club que durante la noche obnubila los sentidos y disfraza la realidad de fantasía, pero que a la mañana siguiente, sin la magia de la música, las luces y el alcohol, luce como lo que realmente es: un lugar común y corriente, un sitio monótono y descolorido que muestra la tragedia de sus imperfecciones a la luz del día. Wilde habla también de otras propuestas estéticas como la de la Iglesia y toda su parafernalia, sus templos majestuosos, sus rituales pomposos y sus trajes solemnes y suntuosos, que según Dorian sirven como una forma alternativa de belleza que cubre la palidez y las carencias de los cuerpos privados del disfrute de la satisfaccción de los sentidos. Me resulta curioso que Oscar Wilde haga de un retrato una monstruosa figura receptora de los efectos de la vida licenciosa de Dorian Gray, algo semejante al postulado biblico de que el deterioro físico y la muerte son las inevitables consecuencias del pecado. Pienso en el desbocado personaje de Joe en Cocoon (1985) y me pregunto si es verdad que la madurez y eventualmente la vejez, traen consigo la mesura y el buen juicio. ¿Cómo nos comportaríamos si por alguna suerte de milagro mágico o científico volviéramos a disponer de las energias, la belleza y el atractivo propios de la juventud? 


Un dato interesante es que el proceso de creación y publicación de El Retrato de Dorian Gray estuvo marcado por cambios significativos entre el borrador original de 1890 y la versión que finalmente se publicó en 1891. El editor de Wilde, J.M. Stoddart, sugirió la supresión de ciertos pasajes que consideraba demasiado escandalosos o arriesgados desde el punto de vista moral. Como resultado, algunas partes del texto original, que abordaban temas más explícitos o controversiales, fueron editadas o eliminadas en la versión final. El autor accedió a estas revisiones para asegurar la publicación de la obra. No olvidemos que la sociedad victoriana tenía actitudes conservadoras hacia la homosexualidad, y Wilde, que también enfrentó acusaciones personales relacionadas con su orientación sexual, pudo haber cedido a la presión social de la época al realizar estas modificaciones. Estos cambios y ajustes entre el borrador original y la versión final reflejan en gran medida la evolución del proceso creativo de Wilde, tanto como la influencia de las expectativas sociales y editoriales de la época. 


Pese a todas esas modificaciones, El Retrato de Dorian Gray sigue siendo un libro excepcional, una obra maestra, un imperdible literario cuya lectura finalmente hemos podido disfrutar en nuestro club, y que sin dudarlo invitamos a leer a quienes aún no lo han hecho. Ya lo dijo el propio Oscar Wilde: "No existen libros morales o inmorales. Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo". Y El retrato de Dorian Gray es uno que está escrito maravillosamente.


Henry Andino 5 de diciembre de 2023
Archivar
Identificarse dejar un comentario
El retrato de Dorian Gray | Oscar Wilde